Inmunes al desanimo.
Nací en Bilbao, hijo de Pepe Ampuero, fundador de la Cofradía del Culminum Magister y, más tarde, cofundador de la Cofradía Culminum Amicus junto a Juan Mitjans y Ramón Garoz. Hoy, tengo el privilegio de ser su presidente de honor, algo que llevo con orgullo y responsabilidad.
La montaña llegó a mi vida muy pronto, de la mano de mi padre, en las duras pendientes del Pirineo aragonés, tras los rebecos. Aquellas primeras jornadas despertaron en mí una pasión que, con los años, solo ha crecido. He tenido la suerte de cazar con todo tipo de armas —porque el arma no define al cazador—, pero si tuviera que elegir, el arco ocupa un lugar especial en mi vida. La cercanía, la dificultad y la conexión que ofrece no tienen comparación.
Mi dedicación profesional me ha llevado a recorrer el mundo grabando documentales de caza para mi canal de YouTube. Esa aventura me ha permitido cazar en algunas de las cordilleras más impresionantes del planeta y, sobre todo, pasar mucho tiempo en ellas, conociéndolas de verdad, paso a paso. De entre todas, si tuviera que quedarme con una, sería la cordillera del Cáucaso y sus tures. Pocas montañas combinan tanta dureza, belleza y magia. Siento especial pasión por las cacerías en formato backpack, donde llevas el campamento a la espalda y la libertad de movimiento se convierte en parte esencial de la aventura. No hay nada como perderse en la montaña, sin más límite que tus propias fuerzas.
En 2021 tuve el honor de convertirme en la persona más joven en ingresar en la Cofradía del Culminum Magister. Además, he sido la primera persona en lograr el GSCO Capra World Slam Super 20 con arco y flecha, un reto que me ha enseñado que los sueños, por lejanos que parezcan, siempre están al alcance de quienes no dejan de caminar hacia ellos.
Mi inspiración en la caza de montaña siempre ha sido mi padre, Jose Domingo Ampuero. Él me enseñó los verdaderos valores de esta forma de entender la caza: que hay que hacerlo a distancias en las que el animal pueda sentirte, donde el desafío sea real y honesto. Me enseñó que no se trata de coleccionar trofeos, sino de coleccionar experiencias, lugares y, sobre todo, personas. Al final, el dónde y el cómo son mucho más importantes que el animal en sí.
También me inspiran aquellos pioneros americanos que empezaron a cazar con arco en lugares que parecían imposibles. Ellos demostraron que los límites solo los ponemos nosotros, y que lo importante es no tirar nunca la toalla y aprender a disfrutar del proceso por encima del resultado. Ese espíritu —el de superarse, mantenerse humilde y saborear cada paso del camino— es el que me acompaña cada vez que salgo a la montaña.